¿Algo anda mal en Acción Popular?
Acción Popular se encuentra en este momento en una situación complicada: se han realizado elecciones para renovar cargos dirigenciales, y hay una serie de dudas sobre la legalidad y legitimidad del proceso, el cual aún no tiene resultados oficiales pese a que se llevó a cabo hace cuatro días.
Pero el problema mayor no es ése, porque en última instancia los organismos electorales decidirán si la jornada electoral fue válida o no. El principal dilema es que estamos perdiendo valioso tiempo frente a la siguiente elección, la más importante: las internas para designar a nuestro candidato presidencial. Mientras las principales cabezas del partido pelean poder interno y se miran el ombligo ─para eso han realizado esta elección dirigencial absurda─ el partido corre el serio peligro de no alcanzar la cantidad de votos mínima ─establecida por ley─ para mantener vigente su inscripción.
Acaso es el costo de no tener ─hasta ahora─ una cara indiscutible para la pretensión presidencial. Quienes realmente podrían no se animan a plantearlo en la calle y en los medios, y quienes claramente no están a la altura ─basta oírlos─ se llenan la boca diciendo que competirían en las internas de AP para elegir candidato presidencial. Algo está muy mal en Acción Popular para que las cosas vengan ocurriendo últimamente al revés: se la cree quien no puede, y se hace con prisa lo que se debió postergar para después de abril del 2016.
Hago en ese contexto la siguiente propuesta, para que se discuta en el congreso nacional partidario del 5 de setiembre próximo: que las elecciones para elegir a nuestro candidato presidencial sean abiertas al voto ciudadano, y no solo a militantes. Es decir, que en vez de ser internas sean primarias. Recuperaríamos el tiempo perdido, y empezaríamos a hacer campaña desde ahora, porque nuestros aspirantes a presidente se mostrarían de inmediato, en plazas, redes y medios masivos.
Y yo quiero ver cuántos de los “valientes” que hoy engolan la voz para hablar de Acción Popular soportan la prueba de una opinión pública pendiente.
