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Competencia-I

Bienvenidas y bienvenidos:


La cruda realidad muchas veces choca con nosotros como si de una gran pared de cemento se tratase. Es aquella realidad que muchas veces buscamos ignorar, aquella realidad que cada día al dormir la empujamos al fondo de nuestra conciencia. La realidad del dolor y sufrimiento, la pobreza, el hambre, el sudor, las lágrimas, el deseo, el poder, la injusticia, la opresión, la inequidad, las enfermedades, todo lo que podríamos considerar negativo en una “vida plena” y que sin embargo, miles de personas alrededor del mundo viven y conviven todos los días.


¿Por qué esta realidad se nos hace tan ajena y a la vez tan distante?


Quizás porque en nosotros prima un individualismo en el cual lo único que importa, es nosotros y nuestros allegados. La realidad que esta fuera de nuestros círculos se nos hace indiferente, trivial. En esta ceguera colectiva, todos somos extraños, no vivimos en el mismo planeta, ni en el mismo país, vivimos por nosotros y los que nos rodean, en esta ceguera, muchos piden ayuda y alzarles la mano parece muy complicado. La pereza es nuestra mejor aliada, la indiferencia nuestra mejor amiga, la ambición nuestra fiel consejera, y la realidad nuestro mejor invento.




¿Qué es lo que está mal?


Pensemos en algo más estructurado, algo como un sistema. Un sistema en el que todos estamos inmersos, en el que existe un cierto ordenamiento que permite en teoría nuestra coexistencia y por ende convivencia. Este sistema se ordena bajo ciertas reglas o leyes, estas leyes aseguran una serie de derechos que están resguardados por el Estado. Este sistema además tiene una lógica que ha permitido a lo largo del tiempo “el progreso y el desarrollo”, esta lógica se basa en la competencia. La competencia impera en nuestro sistema, en dónde todos competimos por ciertos servicios, objetos, experiencias, y mientras más los alcancemos, mayor felicidad generamos. No obstante, como en cualquier competencia hay un ganador y un perdedor, el sistema nos pinta la idea de que todos somos capaces de llegar a ser ganadores, sin embargo, no todos tenemos venimos con las mismas condiciones para desempeñarnos. Por ende, siempre existirán ganadores y siempre perdedores, y los perdedores no nos deben preocupar porque si lo intentan tanto como nosotros lo intentamos conseguirán llegar a dónde estamos.


¿Suena familiar?


Ahora, el problema aquí no es la competencia en sí misma, sino el hecho de que toda nuestra sociedad gire en torno a ella, y la cooperación sea reducida a un número de personas, como las iglesias, las ONGs e incluso el propio Estado. Una sociedad sin cooperación aumenta la ceguera a una realidad inminente, y a una autodestrucción.


El tema va mucho más allá de unas cuantas líneas para reflexionar, es mucho más denso, complejo, y debatible, es tan complicado y ofrece tan pocas alternativas, que muchos opinan que no se pueden cambiar las cosas. Yo pienso que hay posibilidades, formularlas es nuestro deber, y lo importante es no cegarnos ante la trivialidad, no dejarnos vencer por la indiferencia, y fomentar una mayor cooperación. Vivimos vidas muy cortas como para vivirlas solo para nosotros mismos, la trascendencia si bien difiere para cada uno se encuentra en las huellas que dejamos en los otros.

<<Trivial>>

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