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De mi padre heredé Pueblo Libre

De mi padre heredé mi barrio, de mi padre heredé Pueblo Libre


De mi padre heredé el bigote y el sentido del humor. El regar el jardín los Domingos, el jugar solitario sobre la mesa en las tardes de los días de semana y tomar el café por las noches antes del noticiero.


De mi padre heredé el ser puntual, el saludar al vecino, el comprar el pan para el desayuno, el lavar el carro aunque esté limpio, el ver al fútbol aunque no juegue mi equipo.


De mi padre heredé el compromiso por la familia, el llamar siempre a casa, el tomar lonche juntos, el escribir cartas para quienes amaba.


De mi padre no heredé preocupaciones, las horas de sueño interrumpido, el agotamiento acumulado por construir un futuro. Ni tampoco las nostalgias de un pasado, los corazones rotos, las limitaciones de una realidad de anteaño, las prohibiciones de un país asolado.


De mi padre heredé la sonrisa sincera, el valor de la amistad, el beso al hermano, la complicidad del barbero, el aceptar al perro sobre la cama.


De mi padre heredé el ver al cielo, el comprar “el dulce para el almuerzo”, el barrer el patio los feriados y llenar el geniograma las tardes de Domingo.


De mi padre heredé el abrazo sincero, el gusto por la música y el vino exquisitamente fermentado, el poder del perdón, el caminar descalzo.


De mi padre heredé la tolerancia hacia el resto, el ser discreto, el amor sincero.


De mi padre heredé mi barrio, de mi padre heredé Pueblo Libre y mucho más.

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