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Pokémon: La re-apropiación de los espacios públicos

Después de la algarabía colectiva que trajo consigo la aplicación de realidad aumentada llamada Pokémon GO, sería conveniente reflexionar el propósito positivo que busca cumplir la el juego frente a las consecuencias negativas que hemos observado en los últimos días a raíz de cierto descontrol juvenil. Apreciamos que sucede una dinámica ambivalente; por un lado, se da la re-apropiación de los espacios públicos que en las últimas décadas ha sido dejado de lado, las oportunidades económicas gracias a la cantidad de personas que ahora salen a atrapar los Pokémon y la organización social dentro de las ciudades (eventos auspiciados por los mismos municipios o privados); por el otro lado, la invasión y potencial daño que podría traer esta apropiación ya que su fin no está en función de servir a una vida compartida con los demás ciudadanos, por lo contrario, lograr objetivos individuales sin tomar en consideración a los demás es lo que hemos estado observando tras las últimas noticias en zonas híper-transitadas como La Punta.


Entonces, y según ciertos comentarios en contra y a favor, la problemática visibilizada en los últimos días corresponde al comportamiento cívico por parte de las personas que utilizan la aplicación. Los espacios públicos tienen el propósito de ser espacios de encuentro entre los ciudadanos donde cada uno de ellos es libre a disfrutarlo mientras no se vulnere al prójimo (tanto físicamente como incomodarlo cuando este se encuentra disfrutando del mismo espacio). Este respeto al prójimo se traduce en el libre comportamiento del individuo sin dañar los bienes públicos que los demás también disfrutan. Lamentablemente muchos usuarios de la aplicación buscan imponer una actitud negativa y poco empática por el espacio que también comparten con las demás personas. Tampoco se trata generalizar y decir que la gran cantidad de jugadores tiende a comportarse dañando el ornato o fastidiando con ruidos altos a los demás; sin embargo, la actitud de muchos jugadores en los espacios más transitados como La Punta o El Olivar da a entender este fenómeno como una invasión inapropiada de espacios públicos.



Por tal motivo, replantear la forma de actuar de las autoridades para este tipo de fenómeno parece lo más importante. No se trata de emitir un marco legal inconstitucional que limite recorrer libremente los espacios públicos a los jugadores ni retenerles sus objetivos como sanción (además de multarlos) sino de configurar adecuada y justamente el uso de los espacios públicos con normas que impulsen la apropiación de estos lugares con respeto y con la intención de un sano esparcimiento. El nuevo reto que se tendrá que plantear, probablemente en los próximos meses, será entender al 100% todas las aristas de las nuevas aplicaciones de realidad aumentada. Particularmente, este tipo de simulación pseudo-real podría brindarnos oportunidades económicas y sociales en nuestras ciudades. Si las sociedades van cambiando conforme a los avances tecnológicos y científicos, generar leyes que limiten su uso será como tapar el sol con un dedo.

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