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Violencia -L

Bienvenidos y bienvenidas:


¿Quiénes somos? ¿Quién eres? ¿Quién soy? Preguntas que todos y todas nos hacemos alguna vez en nuestras vidas. Respuestas que son buscadas por todas las mentes que existimos tratando de hallarle sentido a nuestras pequeñas existencias. Corazonadas que enmarcan una serie de pensamiento sobre nosotros, lo que nos rodea, y lo que férreamente nos define. No es positivo o negativo, bueno o malo, considerarnos de cierta u otra manera; la conflictividad en una sociedad como la nuestra se sostiene cuando desde nuestros propios parámetros y definiciones tratamos de juzgar e imponernos a los demás desde la idea de que nuestras experiencias, emociones y sentimientos son los correctos y deben serlos para todos y todas.


¿No es extraño esperar que todos podamos sentir de la misma forma? ¿No es triste? ¿Acaso somos robots automatizados? ¿Quién impone los límites en las sociedades? ¿Quién dicta que debe sentir una persona y qué no?


¿Quiénes somos?


A todo esto, muchas veces somos cegados por nuestros propios parámetros, nuestras propias ideas e incluso nuestra propia fe. En nombre de muchas grandes cruzadas adornadas con ilusiones y promesas miles de personas han sido violentadas, heridas e incluso muerto. En nombre de ciertas creencias que muchas veces pueden ser falsas, y de no indagar desde nosotros, muchas veces hemos seguido a personas que, en última instancia, solo terminan generando odio en una sociedad que busca después de tantos años de violencia, de terror, de corrupción, regenerarse y sanar. ¿Por qué seguir generando odio, violencia y terror? ¿Por qué imponerse como una mayoría opresora? ¿Por qué no acercarnos al consenso y el diálogo?


¿Quiénes somos?


¿Somos buenas personas? Mañana podemos ser buenas personas, pasado atentan contra lo que creemos y podemos herir y violentar; luego podemos volver a ser buenas personas, mientras no atenten contra nuestros pensamientos, nuestra forma de sentir, de vivir, de expresarnos. Y si somos mayoría no hay ninguna problema, porque siempre tendremos la fuerza, los recursos y las ideas para aplastar a los pocos o muchos que no estén de acuerdo con nosotros. ¿Cuándo la democracia se convirtió en la tiranía de la mayoría? ¿Cuándo el bien común se convirtió en la opresión y represión?


¿Entonces?


Es complicado hacerle entender a las personas la verdad, cuando están tan cegados por las mentiras, y es más complicado hacerles entender desde una mirada agresiva.


Creo que la Marcha “Con mis Hijos no te metas” fue un grito de cólera y violencia. La razón es simple, una supremacía que durante muchos años ha primado en la sociedad peruana, se vio amenazada por un currículo que lo único que promulgaba era igualdad, una igualdad que en una sociedad como la nuestra donde las brechas son tan grandes pretendía ir cerrándolas empezando desde las bases, es decir, desde nuestra educación. El currículo se volvió una amenaza, se sintió como un símbolo de progreso “extranjero” que no era bienvenido en una sociedad como la nuestra donde las mujeres somos inferiorizadas y cosificadas, dónde la iglesia determina la vida de muchas personas y dónde las brechas que nos separan aparentemente están bien y funcionan para muchos. ¿Por qué pasó de expresión a violencia? El límite se rompe cuando expresamos nuestra opinión respetándonos mutuamente a cuando nuestra opinión la convertimos en un discurso de odio. El límite se rompe cuando herimos y golpeamos a aquellos y aquellas que se expresan de manera distinta, y esto funciona para ambas partes, los que estamos de acuerdo y los que estamos en contra. Construir un diálogo es difícil. El consenso lo es aún más, sin embargo ¿Por qué no enfocarnos a forjar algo distinto? ¿Algo que no implique un antagonismo, donde una de las partes tenga que desaparecer, sino un agonismo?


¿Quiénes somos?



¿Quiénes somos para dictaminar que debe sentir el otro?

¿Quiénes somos para decidir a quién debe amar el otro?

¿Quiénes somos para segregar a el OTRO?


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